viernes, 11 de marzo de 2011

egoísmo puro es creer en Dios sólo frente a la tragedia



Isla maravillosa: no desaparezcas antes de que yo pueda conocerte.

Hola a tod@s

Todos los domingos a la noche me llega el reporte de Shiny Stat a mi cuenta de correo con las estadísticas de este blog. Para mí es sorprendente que todavía haya gente entrando en este lugar, cuando por mucho tiempo ni yo misma entro, por pereza o por falta de ideas.
Como gesto de agradecimiento a la gente que sigue pasando por acá, quiero compartirles tres cosas hermosas que vi en los últimos días (ver es un decir).

La primera es esta canción de Oscar Alemán, que apareció en un documental que encontré ayer en el canal del INCAA y que me hizo llorar.
Resulta que Oscar tenía 6 hermanos, pero cuando murieron sus padres, los tres mayores lo abandonaron, y los dos más chicos fueron a parar a un orfanato. Él vivía en la calle y lustraba botas, y a veces dormía en el albergue del Ejército de Salvación. Con las moneditas que juntaba se hizo hacer por un luthier un cavaquinho (que era como una guitarra, pero a su medida).
Poco antes de entregárselo, el luthier se murió.
Oscar al enterarse fue corriendo al taller, porque le faltaba pagar una parte y pensaba que se había quedado sin instrumento. Pero el luthier antes de morir había dejado terminado el cavaquinho con una nota para su viuda, pidiéndole que se lo entregara al nene sin falta. Oscar se convierte en un genio del cavaquinho y después de la guitarra, aprende a bailar como un loco, se va a Francia, se hace amigo de Django Reinhardt (a quien supera, según sus biógrafos), se escapa de los nazis, vuelve a Buenos Aires, se hace famoso y rico, y en algún momento antes de morirse dona miles de pesos al Ejército de Salvación.

La segunda es una imagen de documental: una araña teje su tela con la intención de cazar algo para comer. En ella queda atrapado un sapo bebé. La araña pondera cómo comérselo, sin éxito. Al darse cuenta de que la presa está más allá de sus posibilidades, la araña, noble, rompe con sus patitas las telas alrededor del sapo, y lo libera. Podría haberlo dejado morir de hambre ahí atrapado. Pero no. Los animales no conocen el orgullo.

La tercera es este programa para modificar fotos y convertirlas en polaroids, que inventa recuerdos de vidas que no vivimos, cuando no existían las cámaras digitales y había que esperar un minuto para ver aparecer la imagen. Es gratis, lástima que sólo funcione en Windows.



Gracias a todos!