lunes, 22 de junio de 2009

correspondencia amorosa (metamorfosis)

Al Pájaro de fuego;

Mirá qué lindos estamos en esta foto que te envío. Somos la imagen perfecta de dos enamorados. Atrás las escaleras de la Piazza di Spagna, en Roma. Eso fue antes de que me saliera la segunda cabeza, y antes de que te convirtieras en Ave Fénix. Ahora hablamos idiomas distintos, porque una de mis cabezas sólo puede pronunciar vocales, y la otra ha adquirido un lenguaje tan extraño que su compañera de cuello no puede seguir el hilo de su conversación. Dan una imagen muy triste, pobres. Escribiendo me entiendo mejor, debe ser que el mecanismo cognitivo para la escritura no se alteró cuando me volví bicéfala.
Qué tal tu vida de pájaro de fuego, mi amor? Cuántas veces en este último tiempo has ardido en llamas, muerto y resucitado? Te han vuelto a crecer las plumas? Sólo llegué a ver una de ellas, al comienzo de tu transformación. Muy atractivo debés haber estado, todo naranja y plumoso.
Te extraño, mi pájaro de fuego. Mis dos cabezas te extrañan y lloran. No sé si podría amarte como ave, estoy demasiado acostumbrada a tu aspecto anterior. No sé si podrías quererme como soy ahora. Algunos dicen que sigo siendo linda, pero luego se contradicen y me auguran un pronto encuentro con alguno de los cortadores de cabezas (esos que temíamos encontrarnos cuando hacíamos picnics nocturnos en los parques de la ciudad). Para que no te preocupes por mí, quiero contarte que estoy muy bien. Encontré finalmente lo que quiero hacer en la vida: cantar y estudiar biología. Abrigo una leve esperanza de que tal vez a través del estudio logre entender qué te ha pasado, sea capaz de encontrar el antídoto para tu transformación y la mía, y todo vuelva a ser como antes, como el día en que nos sacaron esa foto.
Hasta que picotees mi ventana, o las corrientes migratorias de las aves te pongan en mi camino, te abrazo a la distancia y te beso, con mis dos bocas, vieja y nueva.
Tuya,

Bicéfala



A Bicéfala;

Querida mía, qué hermosa foto me has mandado. Sacamos tantas en ese viaje que hay algunas que ya no recordaba. Quiero que sepas que no ha sido voluntaria mi transformación; esa pluma que viste fue la primera de las muchas que fui sintiendo crecer, resignado y furioso de impotencia. No quería yo volverme pájaro, y si pudiera ser hombre nuevamente me adosaría una cabeza que sólo pudiera pronunciar consonantes para que hiciera pareja con la tuya. Hay otras mujeres pájaro que me rodean, algunas de ellas me interesan por alguna cosa, algunas por otra. Ninguna de ellas me interesa entera, como me interesabas. Si pudiera convertirme en hombre nuevamente lo haría sin vacilar. Pero no puedo, querida mía, al menos no por ahora. Nadie me ha explicado la naturaleza de mi metamorfosis, pero entiendo que nadie ha tampoco podido explicarte la tuya. Confío en que tu estudio arduo de la biología tal vez pueda sacarnos de esto. Yo tampoco puedo hablar, pero conservo la capacidad de escribir con el pico. Puedo cantar, y dicen que mi canto es muy hermoso (algún día, cuando vuelva la primavera, te iré a visitar y quedará confirmado). Prefiero que por ahora sigamos escribiéndonos. Cara a cara no tendremos cómo hablarnos, y ya que ahora tus ojos son cuatro no sabré a cuál de ellos mirar y me sentiré un poco tonto. No te preocupes por mi memoria como siempre hiciste: me acuerdo de todo lo que hicimos juntos. Todos mis recuerdos felices tienen tu rostro, aunque creo que a veces exagero, porque aparece tu imagen en recuerdos de momentos en que todavía no nos conocíamos. Tal vez sea que el cerebro cambió un poco al achicarse el cráneo, no lo sé. Últimamente estoy un poco confundido, ya no sé muy bien qué me gusta y por eso intuyo que se acerca el momento de arder en llamas otra vez.
Igualmente espero verte pronto, querida mía, aunque no sea más que para sentirte cerca como antes. Nuestro futuro está en tus manos, y en esos libros de biología.
Te abrazo con mis alas, y te extraño,

Pájaro de fuego

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