Y EL ANZUELO
Y LA FE QUE
TAN DULCE TENÍA
LA TARDE DEL DIA
QUE TE CONOCÍ.
ME VI EN TUS OJOS
Y EN TUS BRAZOS;
UNA VIDA ENTERA
EN TU BOCA VIVÍ
LA TARDE DEL DIA
QUE TE CONOCÍ.
Hoy: Historia clínica
En su estudio sobre las psicopatías sexuales publicado en 1886, el Doctor Richard Von Krafft Ebing relata el caso de una mujer -a la que acomoda bajo el rótulo “lesbianismo”- que enamorada de una muchacha cinco años más joven que ella, se ve obligada a casarse con un hombre con el que es claramente infeliz. Piensa en el futuro con horror, dice el médico, y padece los encuentros sexuales con él como si fueran la peor de las torturas. Sin embargo, y a pesar de lo desagradable que le resulta el contacto carnal con él, la paciente experimenta un principio de atracción hacia su esposo cuando el joven toca el violín. Es durante esos momentos intemporales, sumido él en la belleza técnica de su instrumento, que la muchacha siente que siente un leve principio de algo que es un poco más intenso que la amistad y el cariño. Lo amaba mentalmente, dice el doctor, y sólo de manera transitoria durante esos lapsos melódicos ella piensa que podría llegar a amarlo como hombre. El hechizo, naturalmente, tiene la duración de una pieza musical.
El otro día me escandalicé y mandé un mail enfurecida a mis amigos, cuando vi en varios diarios que abrieron en el centro de la ciudad un "siestario". Me escandalicé porque esa idea era mía, era una idea a la que le dábamos vueltas Vale y yo cuando salíamos del trabajo al mediodía y teníamos que hacer unas tres horas de tiempo hasta entrar a cursar en la facu. Esto me pasó durante al menos dos años, dar vueltas por ahí en algún bar barato y dormitar sentada en la mesa, apoyando la cabeza entre los brazos cruzados, o siestear un rato en las sillas de la sala silenciosa de la biblioteca. Las dos opciones desembocan irremediablemente en la sensación horrenda de piernas dormidas.
En mi proyecto no se llamaban siestarios sino dormideros y estaban destinados a los trabajadores o a los estudiantes como nosotras, que tenían que hacer tiempo y no podían volver a la casa sólamente por dos horas. Obviamente no se nos había ocurrido tener un "coach de sueño" ni cobrar 150 pesos. Lo mío era más bien unas cabinitas con música a elección, una mantita y un turnito de 1 hora para el trabajador. (Igual los expertos en siesta ahora dicen que lo ideal son 20-30 minutos... pffff). A los dormideros estaba prohibido entrar de a dos (había que tener cuidado de que no se nos desvirtuara, de hecho ideamos el slogan "dormidero no es telo").
En fin. Otra idea que me roban. Aunque tal vez nuestro proyecto de los dormideros populares todavía sea viable, en cuyo caso no sé qué estoy haciendo publicandolo acá..
En Perfil salió un artículo de Pedro Mairal sobre este tema que está divertido
Una página con fotos viejas de gente. Hasta ahí, poco interesante. Salvo que esas personas ahora son padres. Y las fotos son enviadas por los hijos. Es conmovedor pensar que algún día, tal vez, gente que hoy no existe va a mirar fotos nuestras y va pensar qué jóvenes/lindos/copados éramos.
Me sirve a mí como aprendizaje, porque siempre odio como salgo en las fotos. Pero miro fotos viejas y pienso "no estaba tan mal"...
myparentswereawesome.tumblr.com
1- Hay un barco gigante en el pedazo de río que veo desde la ventana. Lo percibo moviéndose y empiezo a creer en la redondez de la tierra.
2- Sólo comprendí de verdad las fracciones cuando leí Moby Dick; un libro tan gordo que me permitía, al ir avanzando, entender las infinitas fracciones que hay entre un cuarto y un tercio, entre un tercio y dos tercios, entre un tercio y un medio…
3- Tuve sólo un perro y lo vislumbro en los rasgos y formas de todos los animales del planeta.
Soñé que iba
a un telo en Japón con vos
qué lindo sueño
Sí, era sólo para pegar ese link
Yo entendí, como Superman 2, que era mortal cuando me enamoré.
*el Blog es mejor que twitter porque se puede titular
Queridos todos,
Sir Bad y el caso de la muerte del Jipi, por Thomas (11 años)
Del blog de Siempre de viaje y el taller de Cecilia
Las vueltas de la vida me llevaron la semana pasada al festival de cine Pantalla Pinamar, en la costera ciudad de las piñas y el veraneo de los ricos (aquellos que no son tan ricos o tan faranduleros como para ir a Punta del Este)
Además de las cosas de trabajo (ejem) que tenía que hacer tuve tiempo para ver dos pelis:
London River, que es buenísima, y de la que se podría decir mucho. Trabaja Brenda Blethyn haciendo de inglesa de clase media, que le sale genial, y un actor africano alto como un árbol que conmueve con una actuación tan despojada que si no hubiera visto esta foto en la que se está riendo, hubiera pensado que el oso de plata a mejor actor que le dieron en Berlín era una injusticia... ¡si el tipo no está actuando!
Pero sí, estaba actuando. Bien merecido el Oso.
También vi ésta:
Me entusiasmé con que fuera una nueva versión del clásico Los Monstruos y además estaba el director, que podía llegar a decir algo interesante. No sé si hay mucho para decir, a mí personalmente me decepcionó. Conserva el mismo formato que las anteriores, de varios episodios cortos y de los 16 algunos son buenos. Hay pequeños homenajes ocultos a las otras dos películas, pero le falta algo. Encanto.
Vendría a ser el equivalente italiano de Esperando la carroza 2.
(Y si tuviera un twitter tal vez lo pondría ahí)
Leo: "Lo cierto es que Borges estaba delicado de salud; tenía cáncer de hígado y en enero fue hospitalizado durante 22 días". Siento instantáneas y grotescas ganas de comer galletitas con paté.
Soy un monstruo.
En una escena de su fantástica novela Estupor y temblores, Amélie Nothomb cuenta cómo recibe miradas de puro odio de su jefa japonesa cuando, con su sentido común occidental, ella la sigue para consolarla durante un ataque de llanto, y la ve sonándose la nariz.
La mujer japonesa, aun hoy, no se deja ver ni oír emitiendo fluido corporal alguno. Tal es el temor de las mujeres a ser sorprendidas por otro ser vivo en algún acto fisiológico (llorar?!) que la mente nipona ha inventado uno de los artefactos más ingeniosos pensados exclusivamente para la paranoia de la dama:
Otohime: un aparatito que al apretar el botón hace el mismo ruido del botón del inodoro. Porque aparentemente durante la estadía en el toilette las chicas para tapar cualquier ruido vergonzante apretaban tanto el botón que se producía un gasto enorme de agua. En los baños privados y públicos de Japón, según se cuenta, hay de estos aparatos con sonidos a elección: música, lluvia, olas de mar, etcétera.
La diferencia con el aparatito éste es que es portátil y sirve para llevar a lugares en los que tal vez no haya uno instalado en la pared (cuando viajan, supongo).
Yo pienso comprarme uno cuando vaya a Japón, y ya estuve pensando que además de la función original vendría muy bien usarlo en reuniones de amigos cuando alguien cuente un chiste muy malo o apretarlo al azar mientras hablamos por teléfono para un efecto sorpresa.